Durante la guerra de Vietnam, un pelotón norteamericano estaba escondido en un arrozal luchando con el Vietcong cuando, de repente, una fila de seis monjes comenzó a caminar por el sendero elevado que separaba un arrozal de otro. Completamente serenos, lo monjes se dirigían hacia la línea de fuego. ¿Qué crees que pasó a continuación?
Pues bien, nadie disparó y el conflicto terminó por aquel día en ese preciso instante. Este hecho pone de manifiesto uno de los principios fundamentales de la vida social: el hecho de que las emociones son contagiosas.
Este relato podría ser un caso más extremo de la realidad, dado que a menudo estos intercambios o contagios emocionales se producen con más frecuencia y sutileza de lo que podríamos pensar: la simple forma en la que un vendedor nos recibe al entrar en su tienda puede hacer que nos sintamos ignorados, resentidos o, por el contrario, bienvenidos y valorados.
Este contagio emocional va más allá que las simples palabras: un solo gesto también puede contribuir a este curioso fenómeno. El investigador sueco, Ulf Dimberg, descubrió que, cuando las personas ven un rostro triste o enfadado, la musculatura de su propio rostro tiende a transformarse en consonancia con ese sentimiento que vemos. A veces esto no puede notarse, pero podremos comprobar mediante el uso de sensores electrónicos que esto sí ocurre.
Esta adaptación a los gestos del contrario podría verse como una especie de sincronía, una trasmisión de emociones. Por ejemplo, esta «sincronía» se da cuando una persona se mueve en el momento en que la otra deja de hablar, o cuando ambas cambian de postura simultáneamente.

La sincronía parece facilitar la emisión y recepción de estados de ánimo, aunque estos sean negativos. En un experimento se comprobó que cuando las mujeres deprimidas discutían con sus parejas, con un mayor grado de sincronía no verbal entre ellas, peor se sentían los compañeros de estas mujeres. Era como si hubieran quedado atrapados en el estado de ánimo negativo de su pareja.
La destreza con la que la gente mantiene esa sincronía emocional puede llegar a ser muy útil. Aquellos que son más diestros en sintonizar los estados de ánimo de los demás o en imponer a los demás los suyos propios, son más amables en el plano emocional. El rasgo innato de los líderes es su capacidad para conectar con los demás, este es el motivo por el que aquellos que no logran captar y transmitir emociones a los demás suelen tener mayores problemas para relacionarse. Despiertan una incomodidad en los demás que ni ellos mismos pueden explicar.
En lo que se refiere a las relaciones interpersonales, la persona más expresiva suele ser aquella cuyas emociones arrastran más a la otra. Por tanto, el elemento dominante de la pareja será el que habla más, mientras que el subordinado será el que escuche con atención, esto es una forma también de afecto.
Espero que te haya gustado este artículo sobre el contagio y la sincronía emocional. Ten en cuenta que el «contagio» se da para gestos y palabras, y la sincronía se centra en el lenguaje no verbal.
Sin más que decir por mi parte, y como siempre, nos vemos en el próximo post. Dale me gusta a este si te ha gustado y compártelo, me ayudas mucho (y es gratis jeje ).
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Este fragmento ha sido extraído del libro «Inteligencia Emocional«, de Daniel Goleman.
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